No sé cómo pudo ser,
pero he visto a mi niñez
armándose un campamento
por la estancia San Alberto,
bajo el sol.
Montado en el risco aquel
fui frágil como un papel,
bebiéndome con los ojos
arroyos, piedras y abrojos
de tu piel.

Soy tuyo, mi cordillera,
huraño como cualquiera
que tenga en el horizonte de su niñez
quebradas  con altos montes.

Creciste de un empujón
y el mar se te resbaló,
dejándote sobre el pecho
caracolas con helechos
de algodón.
Y entre Chile y Canadá
viste crecer y soñar
los pueblos que comprendieron
tu tembladeral de fuegos
por brotar.

Ni el cielo te hace más bella,
aunque te regale estrellas.
Te aguantas sin maquillaje
la soledad.
Pa mi alma el mejor paisaje.

Y ahora que ya me fui
y no aprendo a ser feliz,
vengo a jurarte que un día
tus alturas serán mías,
sobre el gris.

Bajo la nieve tenaz
que abriga tu soledad,
seré de piedra y musguillo,
a un tiempo duro y sencillo,
si al final,
siempre fueron los silencios
los que llevaron mis versos
a caminar con la gente, 
que marchará,
como marchan tus torrentes.

Soy tuyo, mi cordillera,
huraño como cualquiera
que tenga en el horizonte de su niñez
quebradas con altos montes.