En los altos de Iguazú
un coatí con su pandilla
se arrimaron de repente
sorprendiendo a los turistas.
Les habrían las mochilas
los morrales y valijas
tironeando pa’ llevar
el botín pa’ su guarida.
Parecían malhechores
de antifaz y cola larga
el pelaje anillao’
y de pezuñas bien largas.
Arrasaron con los cestos
y los restos de basura
con las frutas de los chicos
caramelos y verduras.
Coatí, coatí, coatí, coatí
dejá ese bolso allí.
Coatí no te lo lleves
pa’ la selva guaraní.
Coatí salí a bailar
esta galopa sin parar
con el pecho bien erguido,
con la cola levantada
y un alegre sapucai.
Los seguí por la espesura
de la selva misionera
y escondido tras un árbol
descubrí su madriguera.
Sus hocicos punteagudos
me empujaron a salir
rasguñaron mis bolsillos
y una alpargata perdí.
Ellos son como familia
andan con hijos y primos
las cuñadas, las abuelas
se reúnen pa’ hacer lío.
No se enojan ni pelean
siempre buscan ser amigos
te podés quedar sin nada
si sos algo distraído.