Hacía un tiempo que en casa no había grillo.
Yo lo echaba de menos. Extrañaba
su canto, su compañía.
Con la llegada del Verano
–cuando las achiras abren sus altas flores rojas–
el grillo regresó. ¿Mera coincidencia?
¿Casualidad? ¿Causalidad? –Dejémonos de preguntas vanas
cuya respuesta, si es que existe, sólo la tiene la canción.
Verde follaje de achiras
y al tope la roja flor,
a ver cuál sube más alta
hacia la luz y el color.
Pelahuén dice la tierra
–achiras las nombro yo–,
ya llegan casi al alero
enhiestas en su verdor.
El grillo pródigo ha vuelto
como quien busca el hogar
(no le pedí explicaciones
que tampoco me iba a dar),
si cantan flor las achiras,
contraflor les cantará.
Recodo del San Bernardo,
silvestre luz carmesí,
desde el agüita serrana
las trajimos hasta aquí.
¡Empínense, achiras verdes
y al tope la roja flor,
arriba la verja, arriba,
contraseña del amor!